AMOR ENTRE HERMANOS ¿NACE O SE HACE?

Cuando nació su segunda hija pensó que todo sería maravilloso… Y aunque le habían dicho que los hermanos mayores tenían celos de los pequeños, suponía que pasarían con el tiempo.  Sin embargo, la rivalidad, las peleas y los conflictos eran cada vez de mayor intensidad. ¿Por qué algunos hermanos no se llevan bien? ¿Cómo lo pueden manejar los padres? ¿Es posible hacer que la relación entre ellos siga un curso más favorable?

Todos los padres y madres desean que sus hijos “se amen” entre sí y tengan una relación afectuosa que perdure en el tiempo, aun cuando ellos ya no estén presentes. Algunos piensan que los hermanos tienen que amarse justamente por ser hermanos, de manera natural y obvia.


No obstante, la relación entre los hermanos tiene algunas desventajas que impiden que esto suceda así en todos los casos. En primer lugar, no es una relación de libre elección. La pareja y los amigos se escogen; los hermanos se “aparecen” en la vida. Adicionalmente a ello, en segundo lugar, están allí para competir por lo más preciado: el amor y la atención de los padres; aparte de los juguetes, los beneficios, los espacios y todo lo demás que implica la vida familiar. En tercer lugar, las personalidades de los hermanos, pueden ser muy diversas y muchas veces no son a fines. Por último, el ambiente cotidiano, relajado y desenmascarado del hogar, facilita la expresión de “lo peor” de cada miembro, haciendo a veces difícil la armonía.


La evidencia clínica, también ha demostrado que la posición que se ocupa entre los hermanos, la relación con los padres, aspectos circunstanciales y la estrategia de los padres en el fomento de las buenas relaciones dentro del hogar, son además factores relevantes para determinar cómo se desarrollará una relación de hermandad.

Es un hecho que la manera en que los padres asumen estas variables y cómo intervienen en ellas, es determinante para el desarrollo de dicha relación. Sin saberlo, cada momento familiar y cada interacción de un padre o madre con sus hijos, facilita el desarrollo de emociones de cada hijo en relación a los demás, de modo que resultan favorables o no, promoviendo o dificultando la existencia de una buena relación. Por ejemplo, “no dejes solito a tu hermanito, que se cae”, “¿quién de ustedes se termina primero la comida?”, “¿por qué no te portas bien como tu hermana?”, “tienen que amarse mucho porque son hermanos”, “tan bueno, eres el mejor hijo del mundo”, etc. Son frases que, aunque puedan parecer inocentes, ocultan semillas de desunión.


Para desarrollar una relación más favorable, respetuosa y armónica, lo padres y madres deben aceptar a cada hijo como es, con sus cualidades particulares, sin resaltarlas de modo que los hermanos lo resientan; fomentar la competitividad consigo mismos en vez de “entre ellos”; dar tiempo, amor y atención a cada uno en forma personal y exclusiva; tener un plan estratégico para mejorar la relación, como actividades familiares, trabajo en equipo y, por último, educar a los hijos en la adecuada expresión de las emociones, la resolución de conflictos, el respeto, el perdón y la reparación. Todos estos aspectos pueden ser desarrollados y potenciados si los padres y madres son más conscientes e invierten tiempo y dedicación en la tarea.


En conclusión, si bien la relación de hermanos depende de las características y afinidad de ellos, la cuota mayor de factores implicados es construida por lo que hagan o dejen de hacer sus padres. Conseguir información veraz y mantener una actitud de preocupación y dedicación es la mejor inversión que los padres pueden hacer para favorecer un vínculo de hermandad que los trascienda.



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